¿Porque se usa el corcho?
El clásico tapón de corcho en las botellas de vino comenzó a utilizarse en el siglo XVIII. Ideado por un monje benedictino homónimo del champagne de Dom Perignon. Este método se consideró efectivo en imitación del usado para cerrar las vasijas de los peregrinos, que usaban como cantimploras. Permite un cierre casi hermético, que propicia la conservación del vino, así como su aroma y sabor; es un factor determinante en la calidad de la bebida y la principal causa de que se estropee, en caso de no disponer de un corcho en buen estado.
Además del tapón estándar, son populares también el tapón bordelés y el tapón italiano, de distinto diámetro y longitud. Sea cual sea, la prioridad del tapón debe ser la de preservar al máximo las facultades del vino, permitiendo airearlo hasta que la botella se pose en posición horizontal, que no debe dejar pasar el oxígeno. Si el vino está en buenas condiciones, el corcho debe oler a vino.
Las características que determinan la calidad del corcho son su ligereza (comprometida entre 0,13 g/cm³), elasticidad, compresibilidad y capacidad de recuperación, adherencia, impermeabilidad a líquidos y gases, aislante térmico y químicamente inerte (no permitiendo que se pudra, lo que empeoraría el vino). El trefí (très fin) es el considerado corcho de mayor calidad, un corcho fino empleado para botellas de vino espumoso y otros vinos especiales.
El sistema Systecode, compuesto por normas contrastadas por el sector corchero, se asegura de que el producto llegue en condiciones óptimas para su consumo y disfrute. España es el segundo mayor productor de corcho, siguiendo a Portugal, y es famosa por la meticulosidad y calidad en su proceso de fabricación del corcho, altamente supervisado, desde su extracción hasta que el producto final llega hasta nosotros, tapando la botella.
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